
Los excesos, forman parte de la naturaleza humana, y acercan a las personas a un comportamiento animal y compulsivo, mas que a un comportamiento racional propio del ser humano. Pero como el ser humano es especial, incluso este tipo de comportamiento supera al de los propios animales, cuando se habla por ejemplo de los desordenes alimenticios.
A nadie escapa que la sociedad de consumo que nos rodea, no ayuda en nada a evitar ese tipo de comportamientos, muy al contrario, los fomenta, ya que ha conseguido eliminar casi por completo cualquier tipo de referencia que pueda servir de guía al ser humano, y sustituirlo por un afán de compra compulsiva, creando necesidades y generando pautas de conducta estandarizadas, orientadas al fin último del consumo.
Sin ningún faro que señale la costa no es difícil embarrancar o hundirse, por ello quizás fuera bueno, tener claro que como seres humanos, nuestro comportamiento siempre ha de tener límites, los del respeto de la propia dignidad humana, propia y ajena. Desde luego que a la malograda Amy, no hicieron bien las publicaciones en prensa sobre sus excesos, con el único fin de enriquecerse a costa de la desgracia ajena, dar carnaza a una opinión pública, que se deleita con la publicación de las miserias del prójimo, -como si el resto de los humanos no tuviéramos nuestras propias miserias-, pero mientras observamos y nos regocijamos en las miserias de los demás, no pensamos en las propias, y nos sentimos mejores que los demás, viendo todo este espectáculo atrincherados, seguros, tras nuestro anonimato.
Aunque hace tiempo que todo se relativiza y ya nadie habla del mal y del bien, sino de lo que se interpone entre mi voluntad y mis deseos, -único fin de mi existencia, adoptado como dogma de fe de esta sociedad de consumo-, la propia naturaleza humana aún sin faro que la guíe, cuenta con una brújula interna que, si se la escucha siempre marca el norte, por ello a veces, es necesario permanecer en silencio y pararse a escuchar esta brújula para no dejarnos embaucar por los cantos de sirenas, y ver claramente que el bien y el mal existen, por mas que hoy en día haya una niebla intensa que lo confunda todo, y que el ser humano debe tender en su vida hacía el respeto a su naturaleza, tanto la propia como la ajena.
Back to Black es uno de los mejores discos de la década, el segundo de Amy Winehouse y el que terminó con su existencia, pues mientras su éxito crecía, su crisis personal era cada vez más intensa, abrumada por ese mismo éxito que la conducía a una espiral de excesos que se retroalimentaba, para reclamar cada vez más atención de la opinión pública. Su triste final, era algo que se intuía, y en lo que la opinión pública tuvo mucho que ver, ávida de escándalos y excentricidades, llegando a bautizarla de forma cómplice como la chica mala del pop. Curiosamente, no era una cantante pop, pero poco importaba eso, cuando el acento se pone no en la profesión sino en las miserias personales. De este disco, rescato en vinilo, como no puede ser de otro modo, el último corte de la cara A, "Love is a Losing Game". El amor es un juego perdido sería la traducción mas o menos exacta, y en ella la cantante (también escribió la letra), muestra la frustración personal sufrida, en el aspecto sentimental de su vida. Existe un video en directo de esta canción http://www.youtube.com/watch?v=BqtCmMS7oKY , en el que se aprecia al final de la misma a la cantante visiblemente emocionada, sin duda merece la pena disfrutarlo como banda sonora de una fría mañana de invierno, pero eso sí en vinilo http://www.goear.com/listen/c22daec/love-is-a-losing-game-vinyl-amy-winehouse .
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